Acabas de poner la última loncha de jamón en la rebanada inferior del pan del bocadillo que va a merendar tu peque esta tarde. Posas la rebanada superior sobre el fiambre, sujetas el bocata con ambas manos, lo levantas de la encimera y… ¡zas! Se te escapa, quedando todo el fiambre y el pan esparcido por el suelo.

Y ahora, ¿qué haces? ¿Lo recoges rápido, lo soplas y se lo das al peque? ¿Lo recoges tranquilamente, lo tiras a la basura y preparas otro? La mayoría utilizaría la regla de los 5 segundos, según la cual cualquier alimento que esté menos de ese tiempo en contacto con la superficie puede ser ingerido, porque a las bacterias no les ha dado tiempo a mudarse al alimento.

Pero esto no significa que pasados los 5 segundos sí que suceda, porque depende del ser, de su capacidad de adherirse a ciertas superficies y del alimento en cuestión, según un grupo estudio de la Universidad de Aston (Inglaterra).

¿Y qué pasaría si nos comiéramos ese bocata recién caído al suelo? Pues no tiene por qué pasar nada, porque aunque las bacterias patógenas se transfieren de las superficies lisas con polvo al alimento, los humanos estamos en contacto diario con bacterias y polvo.

La doctora Vanessa Blanc, responsable del departamento de microbiología del centro de investigación bucal DENTAID Research Center, asegura que “no se puede afirmar que la comida que ha caído al suelo esté contaminada y suponga un riesgo real de afectación en la boca”.

Además de superar nuestra velocidad de reacción y la adherencia al alimento, las bacterias tienen que batir a los mecanismos de defensa de nuestro propio cuerpo. Entonces, ¿cuáles son las posibilidades de que las bacterias ganen? Pues realmente pocas, la verdad. Así que en la mayoría de los casos podemos aplicar aquello de “un soplido y a la boca” sin preocupaciones.

 

Fuente: http://elpais.com/elpais/2015/01/07/buenavida/1420628686_169625.html